martes, 25 de abril de 2006

Preguntas trascendentales

¿Alguna vez se han hecho alguna pregunta trascendental?

No me refiero necesariamente a las típicas preguntas de "¿qué es el universo?" o "¿qué demonios pintamos aquí todos montados encima de esta piedrecita que da vueltas en torno a esa bola de fuego?", sino también a cuestiones un poco más asibles, de la vida diaria. Digamos por ejemplo: ¿por qué el tiempo parece ir más despacio o más deprisa en ocasiones? o ¿por qué a veces la gente se vuelve a mirarme justo cuando me concentro en ella?, o ¿por qué yo ya sabía quién había al otro lado del auricular antes de contestar? o quizás ¿por qué dejé de soñar con aquel camino sin final cuando dejé a mi novia?, o ¿por qué el día que murió mi abuela no hice más que ver guadañas por todo?, o tal vez más avanzadas, como ¿por qué cuando medito fijándome en el corazón termino descojonandome de risa o abrumado? y ¿por qué tras ingerir aquellas setas podía ver mis músculos y mis venas a través de mi piel?

Pues bien, todo aquel que se haya hecho esas u otras preguntas similares y desea una respuesta, o aprende a aceptar un "no hay nada" y a amar el yugo de esclavo del fanatismo racionalista socialmente imperante o quizás termine teniéndoselas que ver con calificativos como "loco", "irracional", "flipao" o el consabido y eterno "crédulo".

Pero comencemos a profundizar sobre quién es el crédulo.

De una persona, sus padres y el sistema educativo esperan que se convierta en X. Podría convertirse también en X -1, o en X -2, pero desde luego se espera una X, no una B ni una C. Todo esfuerzo que dicha persona realice por convertirse en X será retribuido, y toda desviación corregida. Ese es el fundamento de aquello que llamamos "educación". Si se desvía, es un crédulo que hace caso a cualquiera; si por el contrario termina aceptando que la realidad es X, entonces no es un crédulo sino poco menos que un escéptico. Así, el escepticismo socialmente aceptable es aquel que rechaza sistemáticamente todo lo que se aleja del paradigma social imperante.

Los Antiguos educaban de un modo similar, un poco menos uniformizador, eso sí, pero también existían paradigmas. Ahora bien, su paradigma no era X. Digamos que era Y. ¿Qué eran los Antiguos conforme a nuestro paradigma X? Es evidente: eran crédulos. Por poner un ejemplo, primero, los del paradigma H creían en la Naturaleza, la madre Tierra..., cuando todo el mundo del paradigma Z sabía que todo estaba gobernado por muchos dioses. Sin embargo, todo el mundo del paradigma Y sabía perfectamente que sólo había un Dios, y no muchos. A continuación, los del paradigma Y también se convierten en crédulos, pues es de todos los del paradigma X bien sabido que Dios no existe y sólo hay Leyes Universales que todo lo gobiernan. El paradigma F, en cambio, ha descubierto que las leyes universales del paradigma X son una estupidez, puesto que presentan la paradoja de si existían ya antes del principio del Universo o fueron creadas con éste, y si fueron creadas por éste, conforme a qué ley y por quién o por qué lo fueron; leyes metafísicas y contradictorias, ergo está claro que el universo X estaba lleno de crédulos.

Así pues, la historia del pensamiento humano consiste en un constante decir: "Hoy es la más alta ocasión que los tiempos jamás conocieron, pues hoy por fin el ser humano conoce la verdad, o está a punto de conocerla porque tiene los mecanismos para ello". O al menos así es desde que Prometeo robó el fuego a los dioses y la raza humana se volvió vanidosa y comenzó a ansiar el poder. Cualquiera que niegue que esto es así será inmediatamente interrogado sobre cómo cree él que es, y en cuanto enuncie distintas teorías, del hoy y del ayer, sobre la realidad, se encontrará con que al hacer caso de teorías desconocidas para la mayoría, está siendo "crédulo".

Y es que hoy, con la repiqueteante y cansina idea de la "Democracia" dando vueltas por ahí, parece ser que el conocimiento también es una cuestión democrática, y que podemos votar incluso para decidir qué hora es, como hacen los esclavos recién liberados en Manderlay. Votamos para decidir a qué nos subyugamos. Vale, nací libre: a ver de qué puedo colgarme hasta mi muerte: heroína?, alcohol?, depresión?, Alá?, Ciencia?. Resultados de la votación: gana la Ciencia; pues hala, ya tenemos dictador.

En realidad, en general la mente humana funciona de un modo bastante simple en este aspecto, guiada por la lealtad a las ideas de la masa como corresponde al marcado carácter social de nuestra especie. Cualquier idea puede ser extraña a su mente, pero si se entera de que esa es la idea más defendida, entonces la aceptará. Hay pequeñas variantes como aquel que acepta sistemáticamente cualquier idea, propuesta o actuación proveniente de un determinado país o territorio (claros ejemplos son EE.UU y Palestina), de un partido político (hágase lo propio que a mi no me apetece ni nombrarlos), o de una persona-gurú (ya sean Marx o Hayek).

La base de todo ello es la misma: el miedo, la inseguridad frente a la incertidumbre que lleva a la mente a aferrarse inconscientemente a aquello que considera más poderoso y/o protector.

Pero existe un procedimiento para escapar de ese problema de autolimitación: reducir el miedo. En el camino del conocimiento tolteca reducir el miedo es requisito inevitable para obtener la claridad mental (aunque la claridad mental tampoco arregla nada). Así pues, reduzcamos el miedo, comenzando por el peor, que engloba a todos los demás: el miedo a la muerte. Pues bien, excluyamos la muerte. Mirémosla a la cara y comprobaremos que no es un problema: haya o no haya algo después de la muerte, lo que está claro es que la vida terrenal acaba, lo que quiere decir que sólo debe preocuparnos mientras estamos vivos. "Sólo estamos vivos". Nunca estamos muertos, por lo que la muerte es algo que ninguno va a conocer. Viviremos hasta el último minuto, y quién sabe si más.

Conforme se reduce el miedo a la muerte, comienzan a esfumarse el resto de miedos de la vida y nos convertimos en un ser cada vez más libre, puesto que comprendemos que es estúpido atarnos a cualquier cosa dado que la salida de este mundo se hace sin nada, ni siquiera nuestro propio cuerpo físico; aprendemos el desapego. La reducción de dicho miedo se traduce ingualmente en una progresiva apertura mental que tarde o temprano permite superar la autoprohibición básica de nuestro sistema psicológico dictatorial brutal: la creencia de que existen seres humanos más capaces para investigar la realidad que uno mismo y la consecuente actitud de confianza hacia lo "escrito" más que hacia lo "experimentado".

Esta superación se traduce en escepticismo, en "verdadero escepticismo", el que cuestiona el paradigma dominante, el que niega cualquier pardigma y al mismo tiempo los acepta todos. Sólo asignando un valor superior a lo experimentado y un valor igual a lo aprendido es posible avanzar por el camino de la realidad. El resto de avances son en un camino artificial prefijado; por ejemplo: "se acepta el mecanicismo --> se investiga conforme a ese molde --> se avanza en el camino del mecanicismo, ciegos al resto".

Cualquier aceptación de un punto de partida que no haya sido experimentado personalmente implica asumir como reales cosas que de ningún modo tiene por qué serlo. El ser humano es un ser autoreflexivo, consciente y curioso, muy curioso. La investigación y la curiosidad, en cambio, son propiedades que estorban a cualquier tipo de estructura de poder. El que tiene poder tiene miedo de perderlo, y comprende que domina porque el dominado acepta ser dominado. Qué ocurriría si el creyente dejara de creer? Todo poder se desvanecería. Los que buscan pueden descubrir cosas desconocidas, peligrosas, que los liberen: hay que eliminarlos. Por esa razón, es conveniente que investigue sólo quien tiene poder, y que los demás acepten su incapacidad para hacerlo y crean que aportar un diezmo a los presupuestos de investigación es lo mejor que hacen por ayudar a la especie a conocer la verdad; miles de chimpancés alimentando a dos o tres que se sientan en la cumbre de una montaña tocándose los huevos mientras se "inventan" el mundo.

Por eso, la religión es una forma de poder. Se trata del poder de decir lo que es y lo que no es. Hoy en día, ese poder religioso lo tiene la jerarquía científica racionalista, las diócesis racionalistas, que han conseguido imprimir en casi toda la población supuestamente "laica" la idea de que la investigación racionalista es un camino cuyo final se conoce y sólo puede ser uno. Dicho final es el descubrimiento de la ecuación matemática que explica todo el universo, tan deseada por Einstein, la teoría de "todo", de la que hay un montón de propuestas ya (Bootstrap, Teoría de cuerdas, de supercuerdas...). Naturalmente, se parte de que el universo es mecanicista-determinista-materialista sin existir ninguna prueba de ello, sino todo lo contrario, pero la falta de pruebas sucede porque "todavía no hemos descubierto lo que nos falta para adecuar nuestra teoría del mundo al mundo". Ni por un momento se plantea que "nuestra teoría del mundo" pueda ser falsa, como lo han sido virtualmente "todas" las que el ser humano ha formulado a lo largo de toda su historia en cualquier lugar del mundo (y son muchas más, durante mucho más tiempo y con muchos más creyentes que el actual cientificismo).

Así, la sociedad moderna funciona de modo parecido a la medieval, que confiaba en "la Iglesia", que iba descubriendo o interpretando a "Dios". En ambos casos se produce la absoluta alienación del individuo en su condición de ser inteligente e intuitivo que puede conocer por sí mismo la realidad, y se le esclaviza a las interpretaciones de una jerarquía frecuentemente corrompida por intereses políticos o industriales. Asimismo, tanto Dios como las leyes de la naturaleza requieren de un acto de fé para existir, puesto que ni el uno ni las otras son contrastables global y atemporalmente, aspecto que reconocen todos los científicos de relieve desde el surgimiento del racionalismo cartesiano (sólo sé que existo, lo demás son "teorías"). Solo hay una diferencia fundamental con la Edad Media: la Iglesia podía equivocarse, pero la ciencia no puede, puesto que el error es parte de la misma religión. Esta es la razón de que las creencias científico-racionalistas estén sustituyendo al cristianismo en Occidente, que son difícilmente atacables porque sólo ellas pueden contestar ante cualquier crítica de error o incertidumbre diciendo: "bien, descubriremos lo que falta para que nuestra teoría sea correcta, y lo haremos sin duda aplicando nuestro método racional".

Aparte de ello, la estructura de la ciencia es como la de una religión. Así, Thomas Kuhn afirmaba que "toda cultura está basada en una serie de tradiciones que se constituyen en rituales iniciáticos", de los cuales no están evidentemente exentas las creencias racionalistas, y Habermas dedica un libro entero a explorar una visión de la Ciencia como religión (Dios me libre de recomendarlo).

Así pues, se cree en el error, pero sólo cuando se descubre. Antes de ser descubierto, lo que dice "la ciencia" tiene presunción de veracidad, y ello pese a que un reciente estudio de la revista Nature publicó una estadística según la cual 1/3 de todos los estudios científicos se demostraban falsos en un periodo de 10 años, y en 20 años sucedía lo propio con otro tercio. Esta estadística quiere decir que al menos 2/3 de todo lo que se investiga y se llega a publicar como verdadero es en realidad falso al pasar una generación.

Pero esto es un estudio procedente del propio sistema, autorreflexivo, sí, pero inscrito en el sistema. Si la historia ha de enseñarnos algo, probablemente los hombres de dentro de un par de cientos de años contemplarán nuestros rudimentarios conocimientos y muchísimas equivocaciones y fanatismos como síntomas claros de un desarrollo esclerotizado en medio de la "edad de la oscuridad", y posiblemente no verán tantas diferencias entre la ciencia, que muy posiblemente habrá sido superada tal y como la conocemos, y la religión, puesto que su paradigma será mucho más inconmensurable que la diferencia entre estas dos.

Lo que está claro es que el modelo científico-técnico está en crisis, en lo cual coinciden numerosos miembros de la propia comunidad científica (Bohm, Peat, Sheldrake, Capra, Lovelock...). La proyección actual de la ciencia y la técnica sobre el planeta son tan importantes, los accidentes y errores tan frecuentes y sus consecuencias tan dañosas (Tchernobyl, Bhopal, Seveso, Harrisburg, la destrucción de la capa de ozono, la muerte de los bosques, la lluvia ácida, la desertización irreversible del planeta, contaminación de aguas, suelos y atmósfera, reducción de la biodiversidad hasta tal punto que se habla de una gran extinción, con cientos de especies desapareciendo cada año), que se está llegando a una crisis del sistema científico-racionalista, se está llegando a un punto muerto en casi todas las disciplinas científicas y humanísticas y se habla ya de un "cambio de paradigma", de un Nuevo Mundo o Mundo Posmoderno (para el que guste de continuar mirando atrás a la agonizante Edad Moderna), en el cual la ciencia perderá (y ya ha perdido desde los 70) su posición cultural hegemónica, porque para multiplicar los peces como Jesús hizo, nuestra ciencia necesita hacer experimentos genéticos de riesgos inciertos pero potencialmente bestiales, experimentos que, aplicados a seres humanos, hubieran sido la delicia del Tercer Reich y hubieran sustituido sin duda a la Solución Final como "plan A" (aunque los medios utilizados difieren, los fines de los nazis y los de la actual jerarquía científico-racionalista son exactamente los mismos: mejorar la especie eliminando a los que no nos gustan).

Ante la Convención sobre Bioética del Consejo de Europa, el diablo anuncia: ¡Mengele puede salir!, Se le permite retornar a sus prácticas.

1 comentario:

selrak dijo...

Aunque lo que comentas de los paradigmas es cierto, tambien es cierto que cada paradigma nos acerca mas a la compresion de la realidad y que el paradigma B sin el A (anterior al B) no se hubiera dado nunca, y aunque el B desmiente el A, se fundamenta en los conocimientos adquiridos y mas tarde descubiertos como falsos.
La ciencia no es lo mismo que el método cientifico que parece pervertido ya que va buscando aquello que confirme sus hipòtesis adaptando los descubrimientos al paradigma actual. La ciencia en si nos permite avanzar como sociedad y como poseedores de cada vez mas conocimiento (aunque sea en parte falso).
De otro modo, nunca llegariamos a nada, ya que segun tu explicación cualquier paradigma es falso por simple inducción.
Algunos cientificos como Hawking admiten que las leyes físicas no tienen como objeto describir la realidad sino describir su comportamiento. Es decir, que puede que no existan los electrones ( o los neutrinos, etc...) pero si la realidad se comporta como si los tuviera no tiene importancia. Lo importante es describir las leyes que se adapten a la realidad, no que la describan. Lo llaman positivismo cientifico. Un conocido ejemplo es la ley de la gravedad que todavia se enseña en los colegios a sabiendas de que es falsa, pero para lo que se utiliza es una aproximacion excelente.