martes, 19 de septiembre de 2006

Sheldrake y el sentido de estar siendo observados

Hoy vamos a tratar un caso en el cual se utiliza el método científico falsacionista de Popper para tratar de destruir la hipótesis de que las personas (y por extensión los seres vivos) tenemos un sentido para saber cuándo estamos siendo observados. Los resultados no solo no consiguen falsear la hipótesis sino que de hecho parecen confirmarla, pese a lo cual no se les ha dado una relevancia particular, por no decir ninguna relevancia. Se trata de un ejemplo de lo fácilmente que confundimos la ciencia con una posición, en vez de asumir que tan sólo es un método.

Rupert Sheldrake, biólogo de Cambridge y ex-miembro investigador de la Royal Society, cansado de explicar una y otra vez la morfogénesis (de la que se habló en un post anterior), decidió a mediados de los 90 dedicarse a otros asuntos que la ciencia no había experimentado seriamente, como la telepatía, distintas habilidades animales de causa desconocida o el sentido de estar siendo observado. En el presente post se hablará de este último.

La existencia de un sentido especial que nos “avisa” de cuándo estamos siendo observados es algo bastante evidente para mucha gente acostumbrada a no interpretar como casualidad o distorsión mental absolutamente todo lo que se aleja de lo normalmente considerado como “normal”. Hay muchos estudios que sugieren que el ojo no es simplemente un "ojo", y que la mirada tiene un efecto sobre lo observado. Esto concordaría con la constatación en el ámbito de la física cuántica, de que el observador no puede observar un fenómeno sin participar en él, sin "modificar lo observado". Para muchas personas, la mirada o la concentración mental son capaces de modificar lo observado. Que se lo cuenten a los hipnotizados, a las cucharas dobladas o a los vasos que han tenido que soportar durante cientos de años prácticas de Ouija. Incluso resulta más sencillo creer que el vaso lo mueve un espíritu que aceptar la existencia de una interacción de la mirada, que no es sino concentración, con lo observado.

Sin embargo, en un contexto social en el que parece que solo los científicos pueden decirnos lo que “es” o “no es”, solo una prueba objetiva podría tener la facultad de convencer al resto de personas de la realidad de este fenómeno. En la práctica, sin embargo, veremos que tampoco es así, que la fe ciega en un determinado modelo de “mundo” está por encima de toda prueba científica.

En buena tradición falsacionista, Sheldrake (a la derecha, detrás del arcoiris) propone al público especializado y no especializado el diseño de experimentos científicos que reúnan condiciones adecuadas que permitan falsear su hipótesis de que dicho sentido existe. Él mismo realizó varios de estos experimentos. La diferencia entre un experimento destinado a probar una hipótesis y uno destinado a falsearla es sutil pero determinante. Si uno quiere probar la existencia de un sentido de estar siendo observado, probablemente tratará de encontrar a alguien con una alta sensibilidad o que afirme tener esa facultad, etc… En cambio, si lo que uno quiere es falsearla, tomará una muestra aleatoria de personas y tratará de obtener resultados estadísticos de sus facultades. Sheldrake solo asigna importancia a estos últimos experimentos.

En sus experimentos de 1998, 1999 y 2000, que se realizaron con grandes números de personas mirándose en parejas y cambiando periódicamente de observador a observado, siempre se dio el mismo patrón: cuando la persona no había sido observada, los resultados estadísticos se aproximaban al 50% de respuestas positivas, pero cuando sí había sido observada, el patrón cambiaba y siempre había más aciertos que fallos. Este mismo patrón se dio en todos los experimentos, realizados por Sheldrake o replicados por otros conforme a su modelos (en escuelas británicas y americanas, por ejemplo), lo que incluye ya unos 20.000 ensayos. Es perfectamente lógico que la gente no sepa distinguir cuando no le están mirando, puesto que en ese momento no juega ningún sentido en especial. En cambio, el hecho de que los porcentajes de aciertos difieran tanto cuando efectivamente se está mirando a la persona confirma la hipótesis de la existencia de este sentido. No contento con ello, Sheldrake pidió que se replicara su experimento por otros para obtener una mayor confirmación de su hipótesis o intentar destruirla definitivamente.

En el año 2000, Robert A. Baker, miembro del CSICOP (Committee for the Scientific Investigation of Claims of the Paranormal), se propuso destruir la hipótesis de Sheldrake realizando un experimento que demostrara que dicho sentido de estar siendo observado no existía. Sus resultados pueden consultarse en la revista Skeptical Inquirer, marzo-abril de 200, págs. 58-61). En su primer experimento, Baker seleccionó gente ocupada en comer, beber, ver la tele, trabajar con el ordenador o leer en la biblioteca de la Universidad de Kentucky, en total solo 40 personas, frente a los cientos que suele usar Sheldrake. Se colocó detrás de ellos y los miró. Después les preguntó si durante los últimos 5 minutos habían sentido algo en especial. Es patente lo zafio del experimento y la clara orientación a conseguir un resultado negativo, dado que todos estaban ocupados en diversas actividades, pero el caso es que dos contestaron que sí se sintieron observados y otros tres que sintieron que algo andaba mal, y de hecho se habían levantado, cambiado de posición varias veces y distraído otras durante el tiempo que Baker les había estado observando.

Como esas contestaciones contradecían las predicciones de Baker, este decidió que para validar el experimento, los observados debían ser capaces de determinar dónde estaba sentado él mientras los observaba. Ninguno pudo, pero como indica Sheldrake, la sensibilidad de estar siendo observado no implica necesariamente la conciencia de la posición del observador. Además Baker descartó los resultados de las dos personas que dijeron que sabían que estaban siendo observadas porque uno era paranoico y el otro indicó que tenían habilidades extrasensoriales. Pero el caso es que si dicho sentido existe, es lógico pensar que estos tipos de personas son más sensibles a él que otras.

En enero de 2000, la British Journal of Psychology publicó otro estudio al respecto de John Colwell, que no encontró resultados especiales. Colwell decía estar utilizando el mismo método de Sheldrake. Sin embargo, el propio Sheldrake aclara que esto no es cierto. Colwell utilizó solo a 12 personas para sus experimentos, y en vez de hacerlos trabajar en parejas y turnarse, utilizó siempre al mismo observador, Sadi Schröder en tres sesiones. Aun en estas condiciones, en los casos en que los individuos eran observados, el 59,6% de las respuestas fueron correctas, lo que tiene una probabilidad de 0,001 de producirse si no existe más que casualidad. Además, se advirtió que los sujetos observados fueron mejorando poco a poco sus resultados en acertar cuando estaban siendo observados.

Pese a que los resultados confirmaban los de Sheldrake, Marks y Colwell intentaron demostrar que aquello tenía truco, indicando que los participantes, en las sesiones en que se les dijo si acertaban o no, estaban implícitamente aprendiendo los patrones conforme a los cuales se observaba y no observaba, pero el caso es que estos patrones eran generados aleatoriamente por un ordenador, y además Marks y Colwell no ofrecieron ninguna prueba de que este aprendizaje de patrones se estaba produciendo (no se puede destruir la confirmación de una hipótesis con otra hipótesis no confirmada). Además, este aprendizaje implícito hubiera implicado un aumento en los resultados positivos también cuando “no se estaba mirando”, y no fue así: dichos resultados permanecieron en torno al 50%, como siempre sucede. Colwell sugirió que los individuos se habían centrado más en saber cuándo eran observados que en no serlos, pero eso precisamente nos lleva a una respuesta: “los resultados demuestran que lo consiguieron”. Aprendieron poco a poco a discernir lo que sentían cuando eran observados.

He aquí una gráfica con los resultados combinados de los experimentos de Sheldrake (arriba) y Colwell (abajo). Lo blanco es aciertos, la primera columna representa los aciertos cuando el sujeto estaba siendo observado.

Pese a las casi concluyentes pruebas científicas de la existencia de un sentido que nos indica cuándo estamos siendo mirados, para la mayoría de la población occidental ello continúa siendo poco más que fantasías y supersticiones. Es altamente impactante que se publiquen experimentos chapuceros con asunciones arbitrarias y una muestra de 12 o 40 personas solo porque niegan resultados que a todo el mundo “parecen” supersticiosos, y que otros experimentos mucho más objetivos y con muestras de cientos de personas reciban una atención especializada mucho menor solo porque sus resultados no concuerdan con las creencias del paradigma socio-científico dominante.

Pero esto es así, insistimos, porque la ciencia ha dejado de ser un método para descubrir la verdad (si alguna vez lo fue), y es asumida por la humanidad como una religión, como un “modelo de verdad” dogmático. No importa que la telepatía esté más demostrada que la ley de la gravedad: la fe puede con el método científico aquí y en cualquier lugar: nos creemos la segunda, que está falseada desde hace docenas de años y dudamos de la primera “por principio”, sin importar las pruebas o experimentos existentes. La ciencia es ya un “deber ser”, más que un “deber dudar”. Si nos da por pensar que el mundo es un mundo de objetos, nos va a dar igual que la física moderna lleve casi 100 años explicando que no es así, que es un mundo de energía, de campos… no hacemos ni caso. Así, en nuestras interpretaciones de la verdad, no somos menos fanáticos y totalitarios que Ahmadineyad, Kim Jong II o Federico Jiménez los Santos.

.

Quien quiera más, que se lea los múltiples diálogos y debates de la página http://www.sheldrake.org/, o que lea “The sense of Being Stared At” de Rupert Sheldrake.