Se ha convertido ya en lugar
común la afirmación de que el cristianismo actual nada tiene que ver con el
auténtico que en su día, tal vez, predicó Jesús de Nazaret.
Nuestra sociedad, consciente del
fracaso de la implantación del experimento cristiano por la Iglesia, busca
incesantemente salidas de la doctrina oficial que tengan algún significado.
Lamentablemente, estas salidas no suelen significar gran cosa, centrándose en
minucias como el ocultamiento por la Iglesia de textos como el evangelio de Judas,
en el romance de Jesús y María Magdalena,
en la pervivencia de la sangre de cristo en la dinastía Merovingia o en la supuesta supervivencia de Cristo y su estancia en la India.
El interés en todos estos casos
es más el de un entretenimiento literario sorprendente que nos distraiga un
poco de la bárbara hecatombe moral de nuestra actual civilización, como diría
Terence McKenna, algo para pasar un rato sentados en un sillón mientras
esperamos la muerte.
Tómense lo que sigue como lo que quieran, entretenimiento o exploración transformativa.
Tómense lo que sigue como lo que quieran, entretenimiento o exploración transformativa.
Es un hecho que alguien como
Jesús no habría tenido nada que hacer en una época como la nuestra. De haber
aparecido en el mundo más tarde, no sólo no podría haber sido el jefe de la
Iglesia Cristiana, sino que ni se le hubiera permitido pertenecer a ella y, en
ciertos periodos, habría sido declarado posiblemente un hereje y quemado en la
hoguera. Para comprender esto, aun en un sentido estético, basta observar la actitud civilizada hacia los pelos y barbas largos y la estética desaliñada. Jesús
sería hoy a ojos bienpensantes un punki, un drogata, un deshecho social, no le darían trabajo ni en
McDonalds y los cristianos le apartarían la mirada al pasar o, como mucho, se
compadecerían de él.
El nuevo novio de tu hija.
En primer lugar, conviene entender
que las enseñanzas de Cristo no fueron nunca destinadas a las masas, tampoco a
formar un culto ni mucho menos una Iglesia. Conforme a P.D. Ouspensky, las
enseñanzas de Cristo son las enseñanzas de una escuela esotérica y van dirigidas
a exclusivamente a los iniciados.
Fueron las enseñanzas del apóstol
Pablo las que tuvieron un papel histórico mediante la formación de la Iglesia
Cristiana, y más adelante, en numerosas ocasiones, esta Iglesia ha ido
reformulando en numerosos Concilios los preceptos del cristianismo hasta hacer
a éste irreconocible. La base de la existencia de la Iglesia (y de su poder) es
la imposición de un intermediario entre el hombre corriente y lo divino. Tal
intermediario, el sacerdote, se arroga la potestad de interpretar la voluntad
de Dios y de salvar almas. Nada de esto hay en la enseñanza cristiana,
desprovista de una institucionalización tan absurda como aquella en la que alguien
que no puede mantener relaciones sexuales pueda dar consejos sobre la materia.
Para hacer el cristianismo eclesiástico
apetecible a las masas (la Iglesia, el “poder”, vende una ideología y tiene que
venderla bien), había que darle una publicidad positiva. Entre otras cosas,
esto se logró afianzando la idea de la “salvación general”, cosa que el
sacerdote podía dispensar fácilmente mediante el consabido “ego te absolvo”,
también conocido por algunos como “ego te absorvo”.
Y bien, no hay nada más alejado del
Cristianismo que la idea de una salvación general. En ellos se repite una vez
detrás de otra la idea de que el Reino de los Cielos pertenece a los pocos, de
que angosta es la puerta y estrecho el camino, y de que sólo unos cuantos
pueden pasar, y que aquellos que no pasan no son sino residuos que habrán de
ser quemados (“todo árbol que no hace buen fruto, es cortado y echado al fuego”
(Mateo, 3.10,12). Las masas no pueden salvarse. Solo muy pocos individuos con
una instrucción especial y un desmedido esfuerzo consciente pueden optar por el
reino de los cielos. Cristo enseña a los apóstoles, los iniciados; para Cristo,
las masas son residuos.
Todavía más lejos del Cristianismo
se halla la figura del Diablo. Nada se dice en los Evangelios originales al
respecto: fueron las posteriores traducciones del griego las que introducen
esta idea. En los Evangelios originales se habla del impostor o tentador,
“diablo” es un nombre que puede aplicarse a cualquier impostor o tentador, y
posiblemente al mundo visible, ilusorio: el “Maya” védico.
En el Evangelio de San Mateo, en
la tentación en el desierto, Cristo dice al diablo según el texto griego: “ven
tras de mí”, y según el texto eslavo “sígueme”. Pero en las traducciones
inglesa, francesa, italiana y española se traduce: “Vete de aquí, Satanás”. El
traductor no debió entender que Cristo le dijera al Diablo que lo siguiera, así
que escribió lo que juzgó más conveniente. Así que la consabida “vade retro,
satanás”, no tiene nada que ver con el Cristianismo, es más bien la paranoia de
algún monje que vivía en un oscuro monasterio. Cristo le dice al diablo que le
siga. ¿Por qué?
El Diablo es “Maya”, la ilusión,
el velo artificial que cubre la realidad subyacente. En un sentido esotérico, “Maya”
no debe irse de aquí de ninguna manera, sino que sólo debe servir al mundo
interno, seguirlo, ir detrás de él. Lo falso debe servir a lo verdadero, el ego
no debe eliminarse, sino ponerse al servicio de la esencia. Cuando la Iglesia
lo transforma en un “vete de aquí”, da paso a la autorepresión, flagelación,
etc. que nada tienen que ver con un camino espiritual, basado en la
transformación, no en la destrucción, en la conversión alquímica de la piedra
en oro.
Símbolo alquímico
Por otro lado, los Evangelios no
son un texto original, sino que continuamente remiten a leyendas mucho más
antiguas. La matanza de los inocentes y la huida a Egipto están tomados de la
vida de Moisés. La Anunciación es un elemento de la vida de Buda (en este caso
fue un elefante blanco el que descendió de los cielos anunciando el nacimiento
del Príncipe Gautama). El sacrificio de Cristo para la salvación de los hombres
está tomado de la mitología hindú: es Shiva quien beve el veneno destinado a la
humanidad entera (y por eso se le representa azul usualmente).
El nacimiento de Jesús de la
Virgen María directamente de Dios Mismo no aparece en los Evangelios, sino que
fue adoptada más tarde. El mito de Cristo como hijo de Dios en sentido literal
está tomado de la mitología griega, ya que es la única religión donde los
dioses tienen hijos humanos o semidioses. De manera que el dogma principal del
Cristianismo está tomado del paganismo. Conforme a esta idea, Cristo es hijo de
Dios en el mismo sentido en que Hércules fue el hijo de Zeus. Nada tiene que
ver, por tanto, con las verdaderas enseñanzas de Cristo.
Cristo se llamó a sí mismo el
hijo de Dios, pero de ello no se deriva que lo fuera físicamente, o que solo lo
fuera él. Se trata, más bien, de un sentimiento de unión con el absoluto: todo
hombre puede ser el hijo de Dios si obedece su voluntad y sus leyes, y así se
dice en los Evangelios: (“Bienaventurados los pacificadores: porque ellos serán
llamados hijos de Dios” (Mateo. 5.9), o también: (“Para que seáis hijos de
vuestro Padre que está en los cielos; que hace que su sol salga sobre malos y
buenos, y llueva sobre justos e injustos” (Mateo. 5.43-45). Cristo no es “el
elegido”, es solo uno que “se da cuenta”.
Pero lo más interesante es el
significado de “El Reino de los Cielos”, al que se hace alusión continuamente
en los Evangelios. La interpretación eclesiástica común es que el Reino de los
Cielos es el lugar o estado en el que las almas de los justos se encuentran
tras la muerte.
Muy al contrario, la idea de “El
Reino de los Cielos”, que “está en vosotros”, es plenamente esotérica: se trata
del círculo interno de la humanidad, del que ya hablamos en un anterior post. Cristo habla muy claramente del “Reino de Dios en
la Tierra”. La creación artificial del “Cielo” no tiene que ver con el
Cristianismo.
Conforme a Eliphas Lévi (Magia
Trascendental, 1933), el Reino de los Cielos es el reino del sacerdocio y
realeza de la Magia: “los monarcas de la ciencia son los príncipes de la verdad
y su soberanía está oculta para la multitud, como también lo están sus
oraciones y sacrificios. Los reyes de la ciencia son los hombres que conocen la
verdad y a quienes la verdad ha hecho libres”.
Para alcanzar el “Reino de los
Cielos”, es decir, el conocimiento y el poder de los Magos, son indispensables
cuatro condiciones: Saber, atreverse, querer y guardar silencio: es decir, una
inteligencia iluminada por el estudio, una intrepidez a la que nada pueda
detener, una voluntad inquebrantable y una prudencia a la que nada pueda corromper
y nada embriagar.
Y es este un difícil camino, que
exige esfuerzos excepcionales que solo unos cuantos pueden asumir. La frase que
más se repite en el Nuevo Testamento es “solo los que tienen oídos pueden oir”:
se repite diecisiete veces en total. Es necesario saber oír y ver, y poder oír
y ver, y no todos pueden oír y ver. Estas palabras no son para todos: son para
los discípulos, los iniciados.
Así que el error de las
interpretaciones eclesiásticas comunes consiste en que lo que se refiere al
“esoterismo” se considera como refiriéndose a “la vida futura” y lo que se
refiere a los “discípulos” se considera referido a “todos los hombres”.
Jesús establece las condiciones
de esta búsqueda, algunas de las cuales son:
- “Bienaventurados los pobres en
espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”. Estas palabras encierran
la idea budista del desapego de las cosas: no un desapego material (voto de
pobreza, etc.), sino que las cosas tienen para él tan poco significado como si
no las hubiera tenido: este es el “pobre en espíritu”.
- “Bienaventurados los que
padecen persecución por causa de la justicia: porque de ellos es el reino de
los cielos”. Un verdadero discípulo de Cristo debe esperar ser perseguido por
causa de la justicia. Los hombres del círculo exterior odian y persiguen a los
del círculo interior, particularmente a aquéllos que intentan ayudarlos.
Desde el Reino de los Cielos, el
Círculo Esotérico, continuamente se lanzan mensajes al externo, se difunde la
verdad. Esto está contenido en la parábola de Cristo del sembrador, que
contiene metafóricamente todos los posibles resultados de la predicación del
esoterismo:
“He aquí el que sembraba salió a
sembrar.
Y sembrando, parte de la simiente
cayó junto al camino, y vinieron las aves y las comieron.
Y parte cayó en pedregales, donde
no tenía mucha tierra, y nació luego, porque no tenía profundidad de tierra. Más
saliendo el sol, se quemó, y secóse porque no tenía raíz.
Y parte cayó en espinas, y las
espinas crecieron y la ahogaron.
Y parte cayó en buena tierra, y
dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta.
Quien tiene oídos para oír,
oiga”.
La idea del hombre como un grano también
aparece en los antiguos Misterios de Eleusis, de donde seguramente está tomada
esta parábola. El secreto que se revelaba a un hombre en la iniciación, la cual
incluía el consumo de un potente psicodélico, el Kykeon, posiblemente
relacionado con el LSD,
estaba contenido en la idea de que el hombre puede morir como un simple grano o
puede surgir otra vez en alguna otra forma viviente.
Demeter y Persefone compartiendo unos hongos alucinógenos.
La naturaleza es muy generosa en
sus métodos: crea una enorme cantidad de semillas para que sólo unas cuantas
germinen y puedan sobrevivir. Si se mira al hombre como un grano, podemos
comprender mejor la aparentemente cruel ley evangélica de que la mayor parte de
la humanidad no es sino paja que habrá de quemarse en el fuego eterno, donde
vendrá el llanto y el rechinar de dientes. Solo unos pocos germinan, pero esto
no es cruel: el hecho de germinar o no hacerlo no es arbitrario sino que
depende de uno mismo, de su propia actitud hacia sí mismo y su entorno.
Y es que el hombre encuentra lo
que busca. El que busca lo malo encuentra lo malo, el que busca lo bueno,
encuentra lo bueno “el hombre bueno del buen tesoro del corazón saca buenas
cosas, y el hombre malo del mal tesoro saca malas cosas” (Mateo 12:35).
Extraído fundamentalmente de:
- Piotr Demianovich Ouspensky
(1950). “Un nuevo modelo del Universo. Los principios del método psicológico en
su aplicación a los problemas de la ciencia, la religión y el arte”.
Y sobre todo, y precepto más
importante del cristianismo: no comáis marisco, ha de ser contemplado como una abominación (Levítico 11:10).
Las gambas, evidente producto del demonio.
8 comentarios:
Del "cristianismo" o mejor dicho del judaismo
¿Has abandonado el blog o te has montado otro?.
Descubrí hace dos días tu blog y ya me lo he leído por completo.
Me gusta mucho el trabajo que haces en el blog y, si puede ser, me encantaría seguir viendo más.
Un saludo.
Hola Nicolay, muchas gracias! básicamente publico cuando quiero, está semiabandonado, pero veo que sigue leyéndose, en fin: lo actualizaré pronto.
Un abrazo!
one month later...
six years later xD
En serio.. pedazo de blog y que estes desaparecido... es imperdonable
Hola, quiero saber de dónde has obtenido tanta información y por qué no has seguido escribiendo más sobre esto; es necesario que sigas, es la primera vez que tengo tantas ganas de leer más sobre estos temas.
Pasa las fuentes, sigue escribiendo y ayúdanos a encontrar un rayito de conocimiento en esta oscuridad permanente de ignorancia.
Hola, he construido una web en blogger sobre el TDAH ( no soy profesional, soy un TDAH adulto) y necesito ponerme en contacto contigo, pues necesito tu permiso para copiar tres extractos de tu contenido. Me da pereza readaptarlo están geniales como me han quedado. la web es https://tdahyelsalto.blogspot.com/?m=0
Y mi correo es karlus.vinyals@gmail.com
Agradecería que te pusieras en contacto con migo y me comentas.
Lo he puesto en "público" para que puedas reconocerte.introduccion, orden implicado,y preámbulo.
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