lunes, 26 de mayo de 2008

Sueños lúcidos, parte práctica

El presente artículo tratará de presentar la posibilidad al alcance de cualquiera, de vivir una existencia paralela cubierta de posibilidades inimaginables en multitud de distintos mundos sin necesidad de pagar un “Second Life” o un “World of Warcraft” y terminar como Cartman, frente al ordenador, pidiéndole el orinal a su madre a gritos.

La mejor expectativa de la mayor parte de personas al acostarse es tener un buen sueño y no despertar demasiado cansados; en el caso de los mayores, tal vez les baste despertarse al día siguiente. Sin embargo, existe la posibilidad de continuar nuestra existencia dentro de un extravagante mundo en el que no se tiene límite de crédito, responsabilidades, novia, preocupaciones ni se está sometido completamente a algunas leyes de la naturaleza como la gravedad o la muerte física.

Todos soñamos. Incluso quienes dicen no soñar tienen necesariamente que experimentar sueños en medio de las fases REM del sueño, que suelen ser unas once por noche. Es posible medir la actividad del cerebro mediante una resonancia magnética y ello acredita que se está soñando. Simplemente, no se recuerdan los sueños. Otra categoría de personas recuerda algunos sueños, otra más pequeña recuerda muchos o casi todos y otra todavía más pequeña es capaz de cobrar conciencia en ellos y manejarlos para hacer lo que quieran.

La diferencia entre ellos es la única diferencia real posible entre seres humanos: el grado de conciencia. Se puede ser inconsciente del movimiento interno de nuestro ser hasta el punto de ignorar los sueños y se puede ser consciente a tal grado que los sueños dejan de ser sueños y se convierten en lo que Castaneda llamó “ensueños”, o sueños lúcidos. No quiere esto decir que quienes no recuerdan los sueños sean unos inconscientes: simplemente retiran su conciencia de ellos, no les prestan atención alguna por considerarlos remanentes inútiles, basura mental de la que no quieren saber absolutamente nada.

El contrincante de Cartman en el episodio "WoW". Los mundos informáticos virtuales existen para evitar que estas personas interactúen con su medio.

Cualquier persona que se embarque en un camino de autoconocimiento y que realice en él ciertos avances, hallará de interés el análisis de sus sueños. Sin embargo, el camino del psicoanálisis iniciado por Freud y perfeccionado posteriormente por Jung es harto conocido y no se tratará en este post. La intención de quien lucha por soñar lúcido no es necesariamente la de mejorar su autoconocimiento por medio del análisis racionalista posterior de las experiencias vividas. La intención puede ser, simplemente, vivir dichas experiencias y conocer su contenido fenomenológicamente, ahorrándose el enjuiciamiento conforme a un sistema racional inventado por el ser humano y, como tal, inevitablemente imperfecto.

De esta forma, el interés del soñador lúcido tipo suele ser, primariamente, como alcanzar lucidez en un sueño y secundariamente como evitar que esta lucidez se pierda, volviendo al sueño o despertando.

El soñador lúcido “despierta” en medio de su sueño y cobra conciencia de que todo lo que le rodea no es la realidad cotidiana. Dicho en palabras de Castaneda, el soñador lúcido se da primeramente cuenta de que está siendo soñado. En ese momento, la conciencia del ente soñado es sustituida por la conciencia vigil de la persona que duerme. Recuerda que duerme. Lo más sencillo entonces es que dicha persona despierte, pero puede decidir quedarse en el sueño. Si lo hace, probablemente observará su alrededor con una curiosidad infinita. El ambiente de un sueño lúcido, si es mantenido correctamente, es considerablemente más vívido que la realidad cotidiana. Esto puede resultar avasallador para el que se inicia, que verá, oirá, sentirá y olerá más y más cosas de lo que está acostumbrado e incluso puede que se plantee en espacio de pocos segundos varias de las grandes preguntas que nos asolan como especie.

El soñador se agacha y hunde su mano en un charco de barro. Siente la textura rugosa de la tierra, el agua acariciando sus muñecas. Entonces extrae un puñado de tierra y lo mira, están todas las piedrecitas con miles de matices de colores, algunas brillantes, otras suaves. O acaricia una barandilla cubierta de nieve, sintiendo el frío y escuchando los trozos de nieve caer y aplastarse contra el suelo. No solo no hay ninguna diferencia con el mundo de todos los días: es considerablemente más “real” que ese mundo.

Lo habitual es que al principio la experiencia se prolongue unos pocos segundos. Enseguida la imagen comienza a emborronarse hasta desaparecer, y el soñador sigue escuchando la extraña melodía que sonaba y sintiendo la barandilla con nieve en su mano durante unos segundo más, pero sabe que está despertando.

Si se consigue mantener el sueño un poco más, enseguida el soñador se verá enfrentado a su propio ego, que es el que acaba por tomar las riendas del sueño, bien el ego inconsciente, en estado de lucidez limitada, bien el ego consciente, en estado de lucidez completa. Entonces, el soñador tratará de conseguir del sueño aquello que busque: tratará de surcar el cielo volando, de fornicar salvajemente, de viajar a alguna parte, de ver a alguien en particular o lo que sea. Lo más probable es que el principiante, embarcado en tal actividad, pierda la lucidez al poco y el sueño pase a ser un sueño normal, donde su participante desconoce su condición de sueño. Esto es especialmente cierto en el caso de los sueños sexuales, donde mantener la lucidez resulta más difícil que embarcado en otras actividades.

Un soñador más avanzado es capaz de mantener su sueño por medio de la sobriedad. El truco se halla, más que en no hacer determinadas cosas, en no verse envuelto completamente en ellas. Se haga lo que se haga, se ha de tratar de mantener en todo momento una atención general, en lugar de concentrarse en la actividad perdiéndose en ella. Castaneda propone la técnica de las miradas furtivas. Según él, uno debe observar un objeto y cuando éste comience a distorsionarse mirar inmediatamente otro, e ir variando la mirada hasta ser capaz de mantener la conciencia espacio-temporal fija en el ensueño particular. Si esto se realiza correctamente, la impresión final es la de hallarse en un lugar perfectamente real hasta el más mínimo detalle.

Existen diversos grados de lucidez: así, se puede simplemente tener una ligera duda respecto a la realidad del ambiente circundante, o pensar que todo es un sueño salvo el amigo o amiga con el que se está en ese momento... La lucidez puede extenderse a la plena conciencia de que se está en un sueño en varios grados, pero jamás alcanza por completo la conciencia ordinaria, en el sentido de que en un sueño lúcido no parece ser posible sentarse en un banco a recordar tiempos pasados o a hacer planes para el futuro. Esto no puede apetecer al soñador, quien vive una realidad inmediata y no causal donde no tiene sentido dilatar la acción. En ese sentido, la propia naturaleza del sueño empuja al soñador a comportarse en cierto modo como si ya estuviera iluminado, viviendo el eterno presente mediante la acción y disfrutando de su belleza.

Por supuesto, es posible en un sueño lúcido realizar acciones inconcebibles en el mundo de todos los días. La posibilidad más interesante que el que escribe ha explorado es el vuelo y la proyección del cuerpo hacia lugares distantes. Para el vuelo existen múltiples técnicas a gusto del usuario. Personalmente, me funciona particularmente bien una que no es exactamente volar; se trata de desplazarse “asiendose” a objetos distantes (concentrando la atención en ellos) y dejando que me arrastren hacia si; de esta manera se puede alcanzar el pico lejano de una montaña en breves momentos (Castaneda afirma poder hacerlo instantáneamente). También es posible atravesar paredes y ventanas cerradas, transportarse a uno mismo a diferentes lugares, ambientes, hacer desaparecer cosas y personas, formarlas de nuevo... En todo caso, para cada actividad inusual que se emprenda, uno debe estar completamente seguro de que ésta se va a conseguir; una mera duda puede provocar el fracaso.

En realidad era un sueño, ¿no lo sabíais?

Existen numerosas técnicas para provocar el sueño lúcido y otras tantas para mantenerlas. Aquí se va a hablar de las que han resultado útiles a quien les escribe y su entorno.

La mejor situación en la que se puede plantear un ensueño es una noche en la que no haya habido gasto sexual alguno al menos en varias horas y en la que no se haya consumido ningún tipo de droga, especialmente opiáceos o cannabis. El alcohol parece no afectar a la capacidad para soñar lúcido y en ocasiones hasta puede incrementarla. Cualquier droga psicodélica puede asimismo aumentar la probabilidad de un sueño lúcido, en la medida en que dicha droga amplíe la conciencia del usuario.

En segundo lugar es necesario recordarse antes de dormir las intenciones que se tienen. Hay que repetirse mentalmente que uno va a recordar los sueños que tenga, y que cobrará lucidez en ellos. Igualmente es importante apuntar los sueños recordados por la mañana. A efectos de recordar sueños, resulta especialmente útil mantener la posición en la que se despierta. Si uno no salta de la cama inmediatamente, sino que se queda quieto, en la misma posición en la que ha despertado, y comienza a evocar los sueños que ha tenido, desde el último hasta el primero, desde la última escena hasta la primera, en pocos días se podrán recordar 3, 4 y hasta 5 o 6 sueños por noche sin mucho problema. Es imperativo asignar una importancia psicológica esencial al hecho de soñar y al contenido de lo que se sueña. Esto se consigue llevando un diario de sueños con la mayor asiduidad posible.

La posición para dormir parece ser un tema escasamente tratado en los foros especializados, pero una extensa experiencia propia y compartida acredita la conveniencia de que el cuerpo se halle hasta cierto punto incómodo, y de que las pantorrillas se hallen lo más cerca posible de la cabeza. Esto coincide con la doctrina castanediana, según la cual en las pantorrillas existe un importante centro de memoria que al momento de ensoñar debe hallarse cerca de los centros intelectuales. Castaneda explica en “El fuego interno” que los brujos se construyen estructuras especiales de madera para ensoñar, dentro de las cuales se meten apretados. En mi experiencia, basta con dormir con las piernas dobladas para acercar las pantorrillas a la parte superior del tronco, lo que puede conseguirse durmiendo en un sillón o un sofá. La incomodidad física es resaltada también por Lobsang Rampa en su libro “Tú, para siempre” como condición para que algunas personas alcancen el sumun de la lucidez: el viaje astral, que se tratará en otro post.

El tiempo del sueño es también muy importante. La mayor parte de sueños lúcidos se producen en la mañana, y usualmente después de haber despertado una vez por la noche. Una técnica altamente efectiva para conseguir sueños lúcidos es despertarse una o dos horas antes de la hora prevista y permanecer despierto unos minutos (en algunos foros hablan de 45 minutos). A continuación, uno debe volver a dormirse mentalizado para cobrar lucidez.

Una vez se ha descubierto que lo que uno vivencia es un sueño, caben varias técnicas para mantenerse ahí. Conforme a Castaneda, los sueños son un movimiento del punto de encaje perceptual, y la capacidad para mantenerlos tiene que ver con la capacidad para mantener el punto de encaje en una determinada posición, lo cual es el arte supremo del acechador. Así pues, uno debe estar alerta a todo lo que le rodea, incluido si mismo. Es básico no perderse en ninguna actividad. La manera más sencilla de hacer esto es mirando al suelo cuando todo parece desvanecerse y dividiendo la atención, sintiendo, viendo, oyendo, ya se adopte una posición activa o pasiva en el sueño.

Otra forma que se demuestra extraordinariamente efectiva de mantener la lucidez es girar en torno a uno mismo repetidas veces cuando el sueño parece desvanecerse. Esto, sin embargo, tiene el efecto de sacar a uno del sueño en el que se halla y de provocar un falso despertar en su cama. El soñador tiene entonces la opción de comprobar que todo sigue siendo sueño. Si no lo consigue, la lucidez se pierde por completo y el sueño prosigue como un sueño normal. La parte positiva es que resulta posible prolongar la lucidez casi indefinidamente mediante esta técnica, siempre que la sensibilidad interna permita al soñador darse cuenta de que cada despertar es un falso despertar.

Y algunos se preguntarán… todo esto, ¿para qué?. Pues bien, conforme se van teniendo más sueños lúcidos, al cabo del tiempo uno se ve compelido irremediablemente a plantearse muy seriamente el sentido de una existencia ordinaria cubierta de esclavitud, limitaciones y sufrimiento. El perfeccionamiento de la técnica del ensoñador permite al individuo vivir esta mierda de mundo únicamente con objeto de alimentarse bien y poder soñar un mundo de su gusto cada noche, donde no existen límites a la belleza y el placer.

¿Les parece esto una evasión de la realidad?, ¿Sí?, ¿y qué opinan de las ciudades artificiales montadas sobre los cadáveres de los bosques de donde provenimos?, ¿qué opinan de los emails, los coches, los teléfonos móviles, el asfalto, las alcantarillas, la comida preparada…? Como dijo Terence McKenna, “hace ya milenios que vivimos en una realidad virtual”. El soñador lúcido únicamente se propone crear, para sí, una que sea de su gusto.

Este no es un mundo racional, es el mundo de la experiencia.

.

Para inminentes exploradores del maravilloso mundo de los sueños lúcidos que quieran conocer más sobre el particular, visiten: http://www.lucidity.com/