jueves, 16 de abril de 2009

Erwin Schrödinger, 2ª parte: la conciencia única:

Seguido del anterior artículo, tratamos ahora las ideas de Schrödinger sobre la conciencia, tema tabú para cualquier científico que desee que sus publicaciones figuren en los más prestigiosos índices de impacto.

Como explicábamos en anteriores posts, la actividad científica se basa en una serie de principios formales, enunciados apriorísticos que se asumen sin discusión porque de no hacerlo así, la búsqueda de objetividad y comprobación de hipótesis sobre la naturaleza de la realidad devendría imposible. Uno de ellos es la existencia de un mundo objetivo separado del sujeto que lo percibe. Se trata de un principio de imposible demostración como han apuntado constructivistas como Von Glassersfeld o Maturana.

Fruto de esta asunción fundamental, el ser humano divide el mundo en cosas con conciencia y cosas sin ella, de lo cual surge el problema de demostrar qué es la conciencia y dónde está. Tal problema no existiría de concebir la completa existencia de todo como conciencia, tal y como se postulaba en las filosofías orientales de hace milenios, especialmente en los vedas hindúes.

Dice Schrödinger que “la verdadera dificultad para la filosofía reside en la multiplicidad espacial y temporal de los individuos que contemplan y piensan. Si todo acontecer se desarrollase en una sola conciencia, entonces las circunstancias serían sencillas (…). No creo que la solución del nudo sea posible por el camino de la lógica y del pensamiento consecuente dentro de nuestro intelecto (…). Una concepción del fondo del fenómeno sería muy probablemente imposible de lograr a base de razonar lógicamente, ya que razonar pertenece a dicho fenómeno y está atrapado completamente en él”. Sin embargo, en realidad, “la multiplicidad percibida es sólo apariencia, en realidad no existe”.

Schrödinger ilustra ésta idea con el ejemplo del pólipo de agua dulce (Hydra fusca). “Si lo dividimos de forma completamente asimétrica de modo que una parte tenga todos los tentáculos y la otra ninguno, ambos tipos se completan hasta formar dos hidras enteras”.

En la foto, unas cuantas hydras fuscas se pelean con un caracol de río, su mayor depredador. Obviamente, no temen ser desmembradas.

La conciencia de los nuevos seres, por lo tanto, “aparecerá en aquellos dos fragmentos como la continuación indivisa de lo anteriormente existente. Esto no puede demostrarse lógicamente, pero se puede sentir que cualquier otra explicación carece de sentido. La división, multiplicación de la conciencia carece de sentido”.

Por lo tanto, solo cabe aceptar que la conciencia de los nuevos bichejos es la misma que la del original. Continúa sin interrupción.

Esto, sin embargo, no ocurre con los seres superiores y parte de las plantas, donde “la separación de una porción mayor conduce con seguridad a la muerte de una parte, y en muchos casos también a la de la otra”. “La razón está en que la división del trabajo entre las partes está muy adelantada y el pedazo separado del resto del organismo no encuentra ya las necesarias condiciones ambientales que necesita. Si se le ofrecen dichas condiciones ambientales, el órgano separado puede seguir viviendo, como lo demuestra el caso de los transplantes”.

Lo que nos lleva a otra pregunta: “¿por qué es justamente mi cuerpo el que dispone de una conciencia unitaria del Yo, a diferencia de la célula o el órgano, que todavía no la tienen ,o el estado humano que ya no la tiene?. O si esto no es así, ¿cómo se forma mi Yo a partir de otros Yos singulares de las células de mi cerebro? ¿Se forma de igual manera a partir de mi conciencia y la de mis congéneres un Yo superior del estado o de la humanidad, que se siente a sí mismo como unidad?”.

Volviendo a cómo la conciencia se prolonga ininterrumpidamente en el ser humano, está la cuestión del nacimiento y de la muerte. Al respecto, Schrödinger dice que “es bastante curioso que la filosofía occidental aceptara, casi de forma generalizada, la idea de que la muerte del individuo no significa el fin de nada esencial en la vida, mientras que por el contrario –con la excepción de Platón y Schopenhauer- apenas se dignara a pensar, en el más entrañable y feliz acontecimiento, que va de la mano del anterior: es decir, que se cumpla lo mismo para el nacimiento individual, mediante el cual no soy antes creado sino que, en cierto modo, voy despertando lentamente de un profundo sueño”.

Y es que realmente no resulta posible establecer el momento en el que mi conciencia ha nacido. ¿Cuándo fue?, es absurdo pensar que las tijeras del médico que atiende un parto otorguen la conciencia. En realidad, jamás hubo interrupción alguna entre la conciencia de nuestros padres y nosotros, los gametos surgieron de ella y la transportaban en sí hasta formar lo que somos.

Desde esta perspectiva, la humanidad entera desde sus más remotos orígenes es una única conciencia, cosa que Schrödinger no se atreve a llevar a sus lógicas consecuencias producto de nuestra evolución a partir de otras especies: que la totalidad de la vida es una única conciencia. Pero ¿de dónde nació dicha conciencia?. No resulta nada descabellado afirmar, como en las Upanishads, a las que Schrödinger se remite, que siempre estuvo allí, que todo el Universo es conciencia. De hecho, la postura comúnmente admitida en Occidente de que la vida surgió no se sabe cómo de donde no la había, al igual que el Universo se creó de donde no lo había mediante el Big Bang, resulta incomparablemente más absurda, remitiéndose a causas desconocidas que confía en resolver, pero que de momento no son mucho más que supersticiones. En cambio, lo único que todos nosotros experimentamos en el día a día, lo único que parece existir: la conciencia, se explica por sí misma.

Y cabe preguntarse sobre si lo que experimentamos difiere de un individuo a otro. Schrödinger lo niega: “me parece que mi angustia e inquietud, ambición y preocupación no son sino lo mismo que las de miles que vivieron antes que yo, y puedo creer que transcurridos miles de años todavía podrá cumplirse aquello que yo había implorado hace miles de años por vez primera. Ninguna idea germina en mí, que no sea la continuación de la de un ancestro y por lo tanto no es un germen joven, sino el desarrollo predeterminado de un brote del vetusto y sagrado árbol de la vida”.

En este punto, Schrödinger pasa a enunciar las corrientes científicas modernas que consideran el instinto de los animales no como algo transmitido genéticamente, sino como un recuerdo supraindividual. En ese sentido se mueve, por ejemplo, Rupert Sheldrake, a quien ya hemos tratado en un anterior post sobre la teoría de los campos mórficos. La conciencia de los de hoy acumularía experiencias de los de ayer, no sólo transmitidas genéticamente. Por supuesto, Schrödinger rechaza la escatología hindú referente a la transmigración de las almas y el karma, totalmente extendida en la India hoy en día, a la que critica ferozmente.

Schrödinger ve el mejor acercamiento filosófico a la cuestión de la conciencia (y a la vida en general) en las Upanishads hindúes (a la izquierda, Krishna revela el Bhagavad Gita a Arjuna en medio de la batalla de Kurukshetra), pero no en la superstición de la reencarnación, sino en la afirmación de la unicidad del ser: “la multiplicidad de los seres percibidos es tan sólo una apariencia, en realidad todos ellos son sólo aspectos del ser único”. “¿Qué es lo que te permite descubrir una tal obstinada diferencia –entre tú y otro- si objetivamente la situación es idéntica?”.

Y continúa: “A partir de este razonamiento puede ocurrir que de repente se ilumine la profunda razón de ser de aquellas motivaciones védicas: es imposible que la unidad, este reconocimiento, el sentir y querer que tú llamas tuyo haya salido de la nada en un cierto momento no hace mucho tiempo; más bien este reconocer, sentir y querer es esencialmente eterno e invariable y numéricamente es sólo uno en todos los hombres o seres sensibles”. “Tu vida, la que tú vives, no es un fragmento del acontecer mundial, sino en cierto sentido, la totalidad. Sin embargo, esta totalidad está compuesta de tal forma que no se puede abarcar con una mirada. (…).

Y continúa: "Así, puedes echarte al suelo, apretarte contra la madre tierra con el seguro convencimiento de que tú eres uno con ella y ella una contigo. Estás tan firmemente fundamentado y eres invulnerable como ella, más bien mil veces más fuerte e invulnerable. Tan seguro como que ella te tragará mañana, tan seguro como que te parirá de nuevo para renovadas ambiciones y sufrimientos. Y no sólo algún día: ahora, hoy, a diario te da a luz, no una vez sino miles y miles de veces, como también te devora miles de veces a diario. Porque eternamente y siempre es sólo ahora, este único y mismísimo ahora, el presente es lo único que nunca se acaba".

Dice Schrödinger que es “en la contemplación de esta verdad donde se encuentra la base de cada acción ética y valiosa. Evita que el hombre noble se juegue el cuerpo y la vida, únicamente por una meta reconocida o tenida por buena, sino que se entregue con corazón tranquilo, también allí donde no hay esperanza alguna de salvar su persona. Ella guía –seguramente con menor frecuencia- la mano del benefactor que sin aspirar a recompensa alguna entrega lo que a él mismo no le sobra a fin de aliviar el sufrimiento ajeno”.

Esta ética “natural” se contrapone al archi-seguido imperativo categórico de Kant ("Obra sólo de forma que puedas desear que la máxima de tu acción se convierta en una ley universal."), al que Schrödinger tacha de incomprensible y yo me permito tachar como mínimo de malsonante, ya que “imperativo” y “categórico” son dos palabras de uso común entre dictadores exaltados.

Al contrario de la ética de Schrödinger, que surge de manera natural con la comprensión, ampliación de la conciencia y la sensibilidad hacia el mundo, el imperativo categórico de Kant, al tratarse de una máxima racional y por lo tanto interpretable, es desgraciadamente alegable por todo tipo de individuos para justificar sus acciones.

Por ejemplo, Hitler en su fuero interno seguramente concibió el Holocausto en sintonía con la máxima de Kant y, de hecho, llevó ésta a sus últimas consecuencias dado que en su obrar ético kantiano incluso procuró que una de sus máximas de acción, la aniquilación del pueblo hebreo, se convirtiera efectivamente en ley universal, con notable éxito.

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¿Quién produce más monstruos, amigo Goya, el sueño o la razón?

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Recomendaciones para leer:

- Erwin Schrödinger. Mi concepción del mundo. Tusquets.

- Erwin Schrödinger. Mente y materia. Tusquets.

5 comentarios:

totom dijo...

Creo que dice Goya a pie de uno de sus grabados:
El sueño de la razón produce monstruos
Por otro lado pese a agradecer sincera y profundamente el análisis y las imprescindibles aportaciones que en lo referente a realidad y percepción los estudios citados aportan,
No estaría de más tener en cuenta las diferencias existentes entre las distintas percepciones, la dificultad que entraña su amplificación, tanto para individuos como para sistemas, la necesidad de la misma y por último y no menos importante
Lo inconmensurable del proceso

Claudia Souza dijo...

Acabo de dar con este blog y me parece un descubrimiento único. Es más que interesante. Qué pasó? Por qué se quedó en 2009?
Un abrazo.
Clo.

memes4all dijo...

Pero tío, dónde te has metido desde 2009, se te ha tragado la tierra. Yo (?) descubrí ayer el blog y me lo estoy pasando bomba.
Quizá has montado otro chiringuito en otra parte y no nos lo has dicho?

Vuelve crack!!!

Oliviakelly dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Unknown dijo...

Excepcional síntesis de metafísica y sobre la conciencia. Estas ideas vertidas, refuerzan mis conclusiones sobre el sentido de la vida (mi vida). Solo puedo hablar sobre el sentido de mi vida porque mi vida presente es la única a la que puedo acceder; pero sin embargo también sé que esta vida que vivo ahora ha podido muy bien ser la que vives tú o la que ya viví como una rosa o una oruga en otro momento. Es lo que también se experimenta en una práctica de meditación mediante la cual tratas de que tu conciencia se traslade por ejemplo hacia otra persona y tú te veas a tí a través de los ojos de esa otra persona. Entonces uno puede darse cuenta que la vida que uno vive no es única, sino que es solamente una cuestión de perspectiva y que esa vida es en realidad múltiple, solo que uno puede tener fija la conciencia en una sola vida a la vez. Todo esto lleva a la síntesis de la existencia de todo lo que existe en una sola. Todo es Uno y que también concuerda con la teoría del Big Bang y que conlleva no solo la unidad de la materia sino también a la conciencia como el artículo lo plasma.