Tómense lo que sigue como lo que quieran, entretenimiento o exploración transformativa.
viernes, 30 de noviembre de 2012
Cristianismo y Esoterismo
Tómense lo que sigue como lo que quieran, entretenimiento o exploración transformativa.
jueves, 16 de abril de 2009
Erwin Schrödinger, 2ª parte: la conciencia única:
Como explicábamos en anteriores posts, la actividad científica se basa en una serie de principios formales, enunciados apriorísticos que se asumen sin discusión porque de no hacerlo así, la búsqueda de objetividad y comprobación de hipótesis sobre la naturaleza de la realidad devendría imposible. Uno de ellos es la existencia de un mundo objetivo separado del sujeto que lo percibe. Se trata de un principio de imposible demostración como han apuntado constructivistas como Von Glassersfeld o Maturana.
Fruto de esta asunción fundamental, el ser humano divide el mundo en cosas con conciencia y cosas sin ella, de lo cual surge el problema de demostrar qué es la conciencia y dónde está. Tal problema no existiría de concebir la completa existencia de todo como conciencia, tal y como se postulaba en las filosofías orientales de hace milenios, especialmente en los vedas hindúes.
Dice Schrödinger que “la verdadera dificultad para la filosofía reside en la multiplicidad espacial y temporal de los individuos que contemplan y piensan. Si todo acontecer se desarrollase en una sola conciencia, entonces las circunstancias serían sencillas (…). No creo que la solución del nudo sea posible por el camino de la lógica y del pensamiento consecuente dentro de nuestro intelecto (…). Una concepción del fondo del fenómeno sería muy probablemente imposible de lograr a base de razonar lógicamente, ya que razonar pertenece a dicho fenómeno y está atrapado completamente en él”. Sin embargo, en realidad, “la multiplicidad percibida es sólo apariencia, en realidad no existe”.
Schrödinger ilustra ésta idea con el ejemplo del pólipo de agua dulce (Hydra fusca). “Si lo dividimos de forma completamente asimétrica de modo que una parte tenga todos los tentáculos y la otra ninguno, ambos tipos se completan hasta formar dos hidras enteras”.
La conciencia de los nuevos seres, por lo tanto, “aparecerá en aquellos dos fragmentos como la continuación indivisa de lo anteriormente existente. Esto no puede demostrarse lógicamente, pero se puede sentir que cualquier otra explicación carece de sentido. La división, multiplicación de la conciencia carece de sentido”.
Por lo tanto, solo cabe aceptar que la conciencia de los nuevos bichejos es la misma que la del original. Continúa sin interrupción.
Esto, sin embargo, no ocurre con los seres superiores y parte de las plantas, donde “la separación de una porción mayor conduce con seguridad a la muerte de una parte, y en muchos casos también a la de la otra”. “La razón está en que la división del trabajo entre las partes está muy adelantada y el pedazo separado del resto del organismo no encuentra ya las necesarias condiciones ambientales que necesita. Si se le ofrecen dichas condiciones ambientales, el órgano separado puede seguir viviendo, como lo demuestra el caso de los transplantes”.
Lo que nos lleva a otra pregunta: “¿por qué es justamente mi cuerpo el que dispone de una conciencia unitaria del Yo, a diferencia de la célula o el órgano, que todavía no la tienen ,o el estado humano que ya no la tiene?. O si esto no es así, ¿cómo se forma mi Yo a partir de otros Yos singulares de las células de mi cerebro? ¿Se forma de igual manera a partir de mi conciencia y la de mis congéneres un Yo superior del estado o de la humanidad, que se siente a sí mismo como unidad?”.
Volviendo a cómo la conciencia se prolonga ininterrumpidamente en el ser humano, está la cuestión del nacimiento y de la muerte. Al respecto, Schrödinger dice que “es bastante curioso que la filosofía occidental aceptara, casi de forma generalizada, la idea de que la muerte del individuo no significa el fin de nada esencial en la vida, mientras que por el contrario –con la excepción de Platón y Schopenhauer- apenas se dignara a pensar, en el más entrañable y feliz acontecimiento, que va de la mano del anterior: es decir, que se cumpla lo mismo para el nacimiento individual, mediante el cual no soy antes creado sino que, en cierto modo, voy despertando lentamente de un profundo sueño”.
Y es que realmente no resulta posible establecer el momento en el que mi conciencia ha nacido. ¿Cuándo fue?, es absurdo pensar que las tijeras del médico que atiende un parto otorguen la conciencia. En realidad, jamás hubo interrupción alguna entre la conciencia de nuestros padres y nosotros, los gametos surgieron de ella y la transportaban en sí hasta formar lo que somos.
Desde esta perspectiva, la humanidad entera desde sus más remotos orígenes es una única conciencia, cosa que Schrödinger no se atreve a llevar a sus lógicas consecuencias producto de nuestra evolución a partir de otras especies: que la totalidad de la vida es una única conciencia. Pero ¿de dónde nació dicha conciencia?. No resulta nada descabellado afirmar, como en las Upanishads, a las que Schrödinger se remite, que siempre estuvo allí, que todo el Universo es conciencia. De hecho, la postura comúnmente admitida en Occidente de que la vida surgió no se sabe cómo de donde no la había, al igual que el Universo se creó de donde no lo había mediante el Big Bang, resulta incomparablemente más absurda, remitiéndose a causas desconocidas que confía en resolver, pero que de momento no son mucho más que supersticiones. En cambio, lo único que todos nosotros experimentamos en el día a día, lo único que parece existir: la conciencia, se explica por sí misma.
Y cabe preguntarse sobre si lo que experimentamos difiere de un individuo a otro. Schrödinger lo niega: “me parece que mi angustia e inquietud, ambición y preocupación no son sino lo mismo que las de miles que vivieron antes que yo, y puedo creer que transcurridos miles de años todavía podrá cumplirse aquello que yo había implorado hace miles de años por vez primera. Ninguna idea germina en mí, que no sea la continuación de la de un ancestro y por lo tanto no es un germen joven, sino el desarrollo predeterminado de un brote del vetusto y sagrado árbol de la vida”.
En este punto, Schrödinger pasa a enunciar las corrientes científicas modernas que consideran el instinto de los animales no como algo transmitido genéticamente, sino como un recuerdo supraindividual. En ese sentido se mueve, por ejemplo, Rupert Sheldrake, a quien ya hemos tratado en un anterior post sobre la teoría de los campos mórficos. La conciencia de los de hoy acumularía experiencias de los de ayer, no sólo transmitidas genéticamente. Por supuesto, Schrödinger rechaza la escatología hindú referente a la transmigración de las almas y el karma, totalmente extendida en la India hoy en día, a la que critica ferozmente.
Schrödinger ve el mejor acercamiento filosófico a la cuestión de la conciencia (y a la vida en general) en las Upanishads hindúes (a la izquierda, Krishna revela el Bhagavad Gita a Arjuna en medio de la batalla de Kurukshetra), pero no en la superstición de la reencarnación, sino en la afirmación de la unicidad del ser: “la multiplicidad de los seres percibidos es tan sólo una apariencia, en realidad todos ellos son sólo aspectos del ser único”. “¿Qué es lo que te permite descubrir una tal obstinada diferencia –entre tú y otro- si objetivamente la situación es idéntica?”.
Y continúa: “A partir de este razonamiento puede ocurrir que de repente se ilumine la profunda razón de ser de aquellas motivaciones védicas: es imposible que la unidad, este reconocimiento, el sentir y querer que tú llamas tuyo haya salido de la nada en un cierto momento no hace mucho tiempo; más bien este reconocer, sentir y querer es esencialmente eterno e invariable y numéricamente es sólo uno en todos los hombres o seres sensibles”. “Tu vida, la que tú vives, no es un fragmento del acontecer mundial, sino en cierto sentido, la totalidad. Sin embargo, esta totalidad está compuesta de tal forma que no se puede abarcar con una mirada. (…).
Y continúa: "Así, puedes echarte al suelo, apretarte contra la madre tierra con el seguro convencimiento de que tú eres uno con ella y ella una contigo. Estás tan firmemente fundamentado y eres invulnerable como ella, más bien mil veces más fuerte e invulnerable. Tan seguro como que ella te tragará mañana, tan seguro como que te parirá de nuevo para renovadas ambiciones y sufrimientos. Y no sólo algún día: ahora, hoy, a diario te da a luz, no una vez sino miles y miles de veces, como también te devora miles de veces a diario. Porque eternamente y siempre es sólo ahora, este único y mismísimo ahora, el presente es lo único que nunca se acaba".
Dice Schrödinger que es “en la contemplación de esta verdad donde se encuentra la base de cada acción ética y valiosa. Evita que el hombre noble se juegue el cuerpo y la vida, únicamente por una meta reconocida o tenida por buena, sino que se entregue con corazón tranquilo, también allí donde no hay esperanza alguna de salvar su persona. Ella guía –seguramente con menor frecuencia- la mano del benefactor que sin aspirar a recompensa alguna entrega lo que a él mismo no le sobra a fin de aliviar el sufrimiento ajeno”.
Esta ética “natural” se contrapone al archi-seguido imperativo categórico de Kant ("Obra sólo de forma que puedas desear que la máxima de tu acción se convierta en una ley universal."), al que Schrödinger tacha de incomprensible y yo me permito tachar como mínimo de malsonante, ya que “imperativo” y “categórico” son dos palabras de uso común entre dictadores exaltados.
Al contrario de la ética de Schrödinger, que surge de manera natural con la comprensión, ampliación de la conciencia y la sensibilidad hacia el mundo, el imperativo categórico de Kant, al tratarse de una máxima racional y por lo tanto interpretable, es desgraciadamente alegable por todo tipo de individuos para justificar sus acciones.
Por ejemplo, Hitler en su fuero interno seguramente concibió el Holocausto en sintonía con la máxima de Kant y, de hecho, llevó ésta a sus últimas consecuencias dado que en su obrar ético kantiano incluso procuró que una de sus máximas de acción, la aniquilación del pueblo hebreo, se convirtiera efectivamente en ley universal, con notable éxito.
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¿Quién produce más monstruos, amigo Goya, el sueño o la razón?
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Recomendaciones para leer:
- Erwin Schrödinger. Mi concepción del mundo. Tusquets.
- Erwin Schrödinger. Mente y materia. Tusquets.
viernes, 27 de marzo de 2009
Erwin Schrödinger y la metafísica. 1ª Parte.
Erwin Schrödinger es más conocido por su gato cuántico, capaz de existir y no existir al mismo tiempo en una caja a menos que intervenga un observador que la abra, pero no vamos a hablar aquí de eso (lo damos por sabido, y si no, hay miles de artículos en internet sobre ello), sino de su ideario filosófico, no muy corriente en un físico del primer tercio del siglo XX.
Consciente de las ideas dominantes en la mayoría de físicos de su época, Schrödinger comienza por sentar las bases desde las cuales abordar una visión del mundo distinta de la materialista sin ser tachado de místico.
La física, dice, según la perífrasis de Kirchoff-Mach, sólo es “una descripción de los hechos lo más completa y con la mayor economía de pensamiento posibles”. Comprender esto causa en el hombre occidental por lo general una angustia y sentimiento de yermo y vacío. Física no equivale a “verdad”. Pensar esto (añado yo) no es más que una translación de la personalidad del cura a la del científico, una ingenuidad en la que recae la mayor parte de la población de nuestro mundo.
El hecho es que desde Kant, la metafísica (la física de lo no observable directamente, por ejemplo el Ser, Dios o lo que sea) ha sido abolida. Y “la supresión real de la metafísica convierte al arte y a la ciencia en pétreos esqueletos sin alma, incapaces del más mínimo progreso” (la metafísica, en ese sentido, sería la punta de lanza de la física, la vanguardia que explora el territorio desconocido; dice Schrödinger que "la metafísica, con el transcurso del tiempo, se convierte en física").
Sin embargo, la visión materialista (hipótesis materialista-objetivista: universo de objetos que conforman un mundo exterior al individuo susceptible de ser estudiado y comprendido) adolece de los mismos defectos que cualquier otra visión del mundo, lo cual pasamos a explicar.
El hecho es que al igual que la fenomenología de Husserl indicaba ya por aquella época, Schrödinger insiste en que “Hay que diferenciar la percepción que el hombre tiene del árbol del propio árbol “en sí”. Se alega para ello, desde un punto de vista más elemental, que el árbol mismo no inmigra al interior del observador sino que tan sólo ciertos efectos que parten de él lo hacen. (…) Hoy podemos dar por seguro que el árbol es visto y vuelto a ver de nuevo y percibido cuando tienen lugar en el sistema nervioso central del observador ciertos procesos nerviosos, cuyos detalles son completamente desconocidos. ¿Percibimos aquellos procesos o su inmediato sustrato de la sensación y el pensamiento? ¡Por supuesto que no!, ya que de lo contrario no nos encontraríamos en tan penosa y desesperanzada ignorancia acerca de ellos. ¿Qué es lo que percibimos entonces y dónde se encuentra esta percepción del árbol que debemos diferenciar del propio árbol?”
Estos son los fundamentos de la metafísica desde la noche de los tiempos (o por lo menos, para nosotros, Occidentales, desde el mito de la caverna de Platón). Nada de lo que el ser humano ha descubierto en los últimos doscientos años invalidan en un ápice el gran problema de la división del mundo en “mundo percibido sensorialmente” y “mundo objetivo”, el segundo de los cuales es obviamente metafísico, pues no resulta posible aislar al sujeto observador, con todos sus procesos mentales totalmente desconocidos, de la cosa observada. Esto es lo que llevó a Nietzsche a afirmar que el segundo mundo, el objetivo, no existe (son los “Ídolos”), y a primar la experimentación y validación de las sensaciones en sí mismas como el único mundo real, oponiéndose a siglos de represión sensorial eclesiástica.
Erwin Schrödinger coincide completamente con esta visión (de hecho fue en su día famoso por sus innumerables conquistas amorosas); para él el mundo es más la sensación, el olor, los colores, el ruido, el frío, los sentimientos... cosas que nos son conocidas a todos porque es lo único que experimentamos y que sin embargo se resisten a ser medidas por el método científico-objetivo, quedando por lo tanto descartadas de la ciencia y relegadas a terrenos desprestigiados (música, poesía, pintura...).
Pero es que todo lo demás (la visión racional del mundo) son en realidad imaginaciones, conceptos racionales, explicaciones... Además, frente al citado Nietzsche, Schrödinger tiene la ventaja de que en su época se contaba ya con los conocidos resultados cuánticos que sugerían la imposibilidad de una observación objetiva de los sucesos subatómicos, dado que el mero hecho de observar una partícula implica interactuar con ella, de lo que resulta la imposibilidad de medir la posición y la velocidad de la misma al mismo tiempo. Schrödinger, a la sazón físico cuántico, extiende esto a todos los sucesos en general, poniendo como ejemplo que en el mismo hecho de ver se halla ya implicado el fenómeno del reflejo de la luz, sin el cual no se produce la visión, por lo que ya existe una interacción con la supuesta “cosa en sí”.
Así, Schrödinger recalca que: “La hipótesis del mundo material es metafísica, ya que no corresponde en absoluto a nada observable, y además es mística, porque se emplea una interacción, arraigada como post hoc en una experiencia más rica, de dos objetos (a saber, efecto y causa) sobre la base de parejas de objetos de los cuales sólo uno (la percepción sensorial o el acto de la voluntad) se percibe u observa en realidad, mientras que el otro (la causa o consecuencia material) se añade únicamente mediante la imaginación”.
De esta forma, no es que nuestra concepción del mundo haya dejado de lado la metafísica; sólo lo ha hecho superficialmente, mediante el autoengaño, el error de considerar objetivas cosas que no lo son. Para Schrödinger, lo que realmente falta en este mundo frío y muerto es el “asombro filosófico”. Al respecto, dice que: “Aquel que nunca ha percibido lo altamente propio y original del estado en el cual nos hemos metido sin saber cómo, no está en relación alguna con la filosofía”.
Así, Schrödinger advirtió con gran pesar cómo el desarrollo de la investigación científica en el mundo contemporáneo se produce “unidireccionalmente” hacia los desarrollos tecnológicos comercializables dejando de lado cuestiones que dados los descubrimientos cuánticos de principios de siglo deberían haberse retomado si lo que realmente moviera al científico fuera el “asombro filosófico”.
Así, dice que: “Occidente ha experimentado en el último siglo un enorme desarrollo en una dirección muy determinada (…) la creación de una cantidad fabulosa de “mecanismos” que amplían la esfera de la influencia de la voluntad humana (técnica). A causa de esta “elefantiasis” parcial, otras corrientes de desarrollo de la cultura, del conocimiento, del cerebro occidental, o como se las quiera llamar, han sido descuidadas, incluso más de lo que lo eran con anterioridad, o hasta abandonadas. Sí, parece como si un órgano que se desarrollaba con vigor hubiese ejercido una influencia dañina y atrofiante sobre todos los demás(…)”.
Sus predicciones sobre el futuro de una humanidad construida sobre éstas bases son considerablemente pesimistas. Así, lamenta que:
“Lenta e imperceptiblemente el destello de la sabiduría india casi se consumió, destello que el maravilloso Rabbi, a orillas del Jordán, atizó en brasas vivas que nos iluminaron durante la oscura noche del medioevo; palideció el brillo del renacido sol griego, bajo el cual maduraron los frutos de los que hoy gozamos. El pueblo ya no sabe nada de todo esto. La mayoría se ha quedado sin apoyo ni guía. No cree en ningún dios ni dioses, conoce la Iglesia sólo como partido político, y la moral como una molesta limitación que ha perdido todo apoyo junto con el soporte que durante largo tiempo se le fue colocando por debajo, es decir, la creencia en espantajos convertidos en imposibles. Resurgió, por así decirlo, un atavismo general y la humanidad occidental está hoy en peligro de descender de nuevo a un grado de desarrollo anterior y mal superado: el profundo e ilimitado egoísmo alza su sarcástica cabeza y dirige con su puño irresistible, formado por viejos trucos, hacia el timón de un buque que se ha quedado sin capitán”.
La idea más interesante que Schrödinger introduce en el debate científico-filosófico moderno (además de sus aportaciones a la física cuántica que le valieron el premio Nobel por la famosa "ecuación de Schrödinger") es, creo, la concepción de la conciencia como una unidad espacio-temporal y la superación de la idea de muchas conciencias separadas que nacen y mueren; es, al fin y al cabo, su idea de Dios, idea que se tratará en el próximo post, quedando éste como simple complemento a la necesaria demolición del paradigma objetivista/materialista y la creación de una "zona 0" necesaria para emprender cualquier construcción nueva.
En todo caso, cumple decir aquí que al final, nuestra sociedad que navega sin capitán, ha terminado conviertiendo a Schrödinger en dinero. Como abajo se demuestra, hoy en día en Austria un Schrödinger vale cinco veces menos que un Mozart y además, para empeorar las cosas, no tiene bombones de mazapán amargo (Mozartkugeln).
Si se quiere otro ejemplo de la máquina que todo lo devora, aquí se puede asistir a la transofrmación del experimento del gato de Schrödinger, algo eminentemente metafísico e ideado para la ampliación de la conciencia, en mercaderías de alta tecnología.
Y es que el "asombro filosófico" no se puede comprar ni vender. Si se pudiera, seguro que todos ustedes ya tenían uno.
Libros recomendados:
sábado, 20 de septiembre de 2008
Gurdjieff, 2ª parte: el rayo de la creación y la máquina humana:
En éste post se intentará resumir su sistema desde los niveles externo e interno del ser humano. Primero se explicará el Universo (el rayo de la creación) y a continuación el funcionamiento del ser humano y sus posibilidades de crecimiento. Así pues, aquí llega por fin la tan esperada "explicación de todo":
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1. La ley de tres y la ley de siete:
Conforme a la teoría esotérica, la ley de tres y la ley de siete (también llamada ley de octavas) son los principios fundamentales en los que se basa el funcionamiento del Universo. Implican lo siguiente:
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A. La ley de tres:
Dice Ouspensky, hablando del sistema de Gurdjieff, que “todo en el mudo, todas las manifestaciones de la energía, todas las clases de acción, sea en el mundo o en la actividad humana, internas o externas, son siempre manifestaciones de tres fuerzas que existen en la naturaleza. Estas fuerzas se llaman activas, pasivas o neutralizadoras (…). Debe entenderse que no difieren la una de la otra como la actividad y la pasividad difieren en nuestro entendimiento corriente de estos términos. Las fuerzas activas y pasivas son activas, pues una fuerza no puede ser pasiva. Pero hay cierta diferencia en su actividad, y esta diferencia constituye toda la variedad de fenómenos que existen en el mundo. Las tres fuerzas trabajan juntas, pero una de ellas predomina en cada combinación., Al mismo tiempo, cada fuerza que es ahora activa, puede volverse pasiva o neutralizadora en el momento siguiente, en otra tríada. Cuando tres fuerzas se encuentran juntas, suceden las cosas. Si no sobrevienen juntas, no ocurre nada”.
Es obvio que la ley de tres es lo que Jesús trataba de explicar por medio del concepto de la santísima trinidad. Él es el hijo de Dios, y fue creado por medio de la acción de tres fuerzas: el padre (fuerza activa, o primera fuerza), el hijo (fuerza pasiva, material, resistencia al cambio) y el espíritu santo (fuerza neutralizante, resuelve el choque entre las dos primeras haciendo cristalizar a Cristo).
El sistema de Gurdjieff, tratando de adaptarse a la realidad cientificista de principios del siglo XX, describe el nivel material de las tres fuerzas por medio de un ejemplo muy bien escogido: el hidrógeno, fundamento de la vida, que se forma mediante la acción conjunta del carbono (fuerza activa), el oxígeno (fuerza pasiva) y el nitrógeno (fuerza neutralizante).
En el terreno de la acción humana, por ejemplo, la fuerza activa puede ser el deseo de un cambio en algún área de nuestra vida, la fuerza pasiva sería la resistencia interna a ese cambio. Si solo se dan esos dos factores, no puede cristalizar ninguna nueva situación: se requiere de una fuerza neutralizante, que es la emoción que surge debido a dicha acción y que es capaz de neutralizar la acción de las fuerzas activa y pasiva (la discusión mental interna) para permitirnos trabajar por el cambio. Sin dicha emoción, lo único que hay es charla mental, sin que jamás pase nada.
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B. La ley de siete o ley de ocatavas:
En música, una octava es el intervalo entre dos frecuencias en relación de dos a uno. Así, por ejemplo, una octava media entre el La5 a 880 Hz y el La4 a 440 Hz. Ambos tonos se perciben como el mismo por el oído humano, solo que uno más agudo y el otro más grave. Todas las escalas occidentales se inscriben en la octava, que se caracteriza por la asimetría entre sus tonos: Entre las notas de una escala mayor media un tono, salvo entre la 3ª y la 4ª y entre la 7ª y la 8ª, donde media un semitono. Puede parecer que el estudio de la música es algo pequeño en comparación con el Universo, pero siendo que la mayoría de físicos coincide en afirmar que la materia es energía en movimiento (campos electromagnéticos), el estudio de la música y de sus octavas equivale a un estudio del universo.
Conforme a Gurdjieff, la ley de siete significa que ninguna fuerza trabaja jamás continuamente en la misma dirección, lo que se fundamenta en los dos intervalos que hemos comentado que hay en toda octava. Si al llegar a un intervalo no entra un choque adicional, la octava cambia de sentido.
Esto explica la ausencia de líneas rectas en la naturaleza. Las plantas, por ejemplo, crecen conforme a la secuencia de Fibonacci, que es una manifestación matemática de la ley de octavas. Las espirales que las octavas forman al cambiar de dirección son observables tanto en los moluscos como en las galaxias. Y además Fibonacci descubrió la secuencia estudiando los patrones de reproducción de los conejos, lo que parece indicar que se trata de un patrón universal. A continuación, la espiral de Fibonacci:
A nivel humano, dice Ouspensky, “las personas comienzan a hacer algo, y luego de un tiempo, sin ninguna razón visible, sus esfuerzos disminuyen, el trabajo mengua, y si en un momento dado no se efectúa algún esfuerzo especial, la línea cambia su dirección”.
Así pues, la ley de tres explica la creación y la ley de siete explica la evolución.
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2. El rayo de la creación:
Llegados a este punto, puede explicarse el funcionamiento del Universo conforme a las citadas leyes.
En primer lugar se introduce el concepto del “Absoluto”, que es la totalidad, el Universo en sí mismo como una unidad. El Absoluto tiene una sola ley, y una voluntad que genera el rayo de la creación, en el que se incluyen todos los mundos.
El sistema se puede explicar con el ejemplo del ser humano, en el que conviven los mundos de los tejidos y los órganos, pero también el de las células, el de sus componentes químicos y, finalmente, el mundo atómico o subatómico. El ser humano tiene control sobre sus brazos y piernas, pero no sobre las células de la punta de la nariz, que se hayan preordenadas a un orden muy inferior al humano.
Del mismo modo, el Absoluto no tiene ningún tipo de control sobre nosotros, somos para él como las células de nuestro cuerpo. Su voluntad se limita a la creación del siguiente nivel, que equivale a la totalidad de galaxias. Si al absoluto lo rige una ley, al siguiente mundo lo regirán tres (ley de tres), y al siguiente esas tres más otras tres introducidas por el siguiente nivel, de forma que la relación entre cada nivel es también de una octava (relación de
Donde el número de cada mundo se corresponde con el número de leyes que lo gobiernan. El absoluto se halla tanto al principio (todo), como al final (nada) del rayo de creación. La dualidad "todo-nada", en cambio es una falsa dualidad: ambas cosas son lo mismo.
Nótese que incluso la nota musical Sol coincide con nuestro Sol en su nivel en la octava. Si introducimos en este cuadro los intervalos de la octava descendente (los momentos donde, si no recibe ayuda, la octava cambia de dirección o se estanca), tenemos que el primero está entre el Absoluto y las Galaxias (7ª y 8ª), y que el segundo se halla entre
El primer intervalo es llenado con la voluntad del Absoluto. La octava continúa descendiendo hasta los planetas, que para relacionarse con uno de ellos (
La comunicación en los niveles funciona como la comunicación entre las partes de nuestro organismo. Si el ser humano desea influenciar un tejido, lo tendrá que hacer a través de las células, puesto que el tejido, a pesar de ser un mundo diferente del de las células, está compuesto de éstas. De la misma manera, el Absoluto debe actuar sobre las galaxias por separado con objeto de influenciar el mundo que conforma el tejido completo de galaxias. Así, este particular “tráfico de influencias” se organiza como sigue:
1º. Carbono (Fuerza activa del mundo 1 –Absoluto-).
2º. Nitrógeno (Fuerza neutralizante del mundo 6 –todas las estrellas-).
3º. Oxígeno (Fuerza pasiva del mundo 3 –todas las galaxias-).
Ese es el orden en que deben estar las materias para que se produzcan los fenómenos (cualesquiera). En segundo lugar, el nitrógeno debe retornar a su puesto original (3º) para iniciar la siguiente tríada como carbono. Así, las estrellas de nuestra galaxia, para influenciar al Sol, deben necesariamente a travesar los planetas. Piénsese que vemos al sistema solar moverse a pequeña velocidad, pero ello se debe únicamente a que la velocidad en
1º. Carbono (Fuerza activa del mundo 6 –estrellas-).
2º. Nitrógeno (Fuerza neutralizante del mundo 24 –planetas-).
3º. Oxígeno (Fuerza pasiva del mundo 12 –Sol-).
La siguiente tríada, iniciada por los planetas, no puede fluir automáticamente al hallarse un intervalo (entre
1º. Carbono (Fuerza activa del mundo 24 –planetas-).
2º. Nitrógeno (vida orgánica de
3º. Oxígeno (Fuerza pasiva del mundo 48 –
Fruto de la acción planetaria sobre la vida orgánica tenemos gran parte de las actuaciones humanas. Gurdjieff dice que por lo general los planetas solo influyen en las masas, siendo los individuos demasiado débiles para sentirlas. Así, los Romanos ya documentaron las influencias de Marte, Venus, Júpiter… asignándoles comportamientos humanos, y los mayas, conscientes de las influencias planetarias en sus actividades (agricultura, comercio…) desarrollaron un calendario ultracomplejo compuesto por los ciclos de todos ellos (nuestro calendario es únicamente solar, un juego de críos al lado del maya).
La cuarta y última tríada la inicia la vida orgánica cuando muere, sirviendo de alimento a
1º. Carbono (vida orgánica de
2º. Nitrógeno (Fuerza neutralizante del mundo 96 –Luna-).
3º. Oxígeno (Fuerza pasiva del mundo 48 –
De manera que el rayo de la creación alcanza al ser humano de muy diversos modos: además de la influencia directa del Sol (influencia que vemos todos los días cómo la vida orgánica transforma), la influencia planetaria y la lunar (más sutiles) nos llegan directamente.
De momento vemos que hay 4 tríadas, cada una de las cuales da como resultado un hidrógeno determinado. Gurdjieff dice que dichas tríadas se corresponden con los cuatro puntos fundamentales del Universo: el Absoluto, el Sol,
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3. El funcionamiento de la máquina humana:
El ser humano se diferencia del resto de seres orgánicos porque está creado para ser auto-evolucionante. Esa es su finalidad específica dentro del cómputo general de la vida. Por lo demás, y de no emprender dicha evolución, el ser humano es idéntico, e incluso generalmente está menos desarrollado que el resto de seres vivos (Ouspensky).
La ley de tres y la ley de siete se aplican exactamente igual al funcionamiento del hombre (Gurdjieff lo llama la “máquina humana” para adaptarse al mecanicismo, doctrina científica profundamente dominante a principios del siglo XX). Estudiar al hombre es, en ese sentido, igual que estudiar el Universo.
Como hemos visto, el ser humano, como vida orgánica, se halla bajo las influencias inferiores de
Al abrirnos a una influencia superior, nos liberamos de las leyes de la influencia inferior, que siempre son más. Como ejemplo de las leyes que afectan al ser humano (las 96 de
Y ahora, por fin, sobre la forma de liberarse de dichas leyes.
La máquina humana funciona en tres niveles consumiendo comida, aire e impresiones. Todas estas materias son hidrógenos. Los distintos estados de la materia/energía son fruto de las leyes a que está sometido dicho hidrógeno. Así, por ejemplo, el H768 representa toda la comida que comemos, el H384 es el agua, el H192, más sutil, el aire que respiramos y los H48, H24, H12 y H6 representan las diferentes calidades de impresiones que recibimos (las impresiones también son materia). Otros hidrógenos no nos sirven, como el H96 (fuego). Los hidrógenos que provienen de planos inferiores, están sometidos a más leyes, y viceversa, siendo el alimento más sutil que el ser humano puede llegar a obtener el H6, procedente de la galaxia. Dichos hidrógenos sutiles no pueden ser medidos por la ciencia; ésta puede únicamente medir sus efectos psicológicos, el rastro que dejan al pasar. Por lo demás, no conoce nada más allá del H48.
El hombre puede considerarse como una fábrica química que recibe materia prima de afuera y la transforma en otros materiales de calidad más fina. Las tres clases de material que obtiene son comida (H768), aire (H192) e impresiones (H48, H24, H12 y H6), estas últimas dependiendo del grado de apertura de la conciencia del ser particular: si es burdo, todas sus impresiones son H48: que son las incoloras impresiones corrientes, sin carácter alguno. La comida se recibe en la parte baja del organismo, el aire en la media y las impresiones en la alta (los tres niveles de la fábrica humana).
A partir de estas clases de material, el organismo produce todas las materias necesarias para el trabajo de los centros, pero también las gasta todas. El desarrollo del hombre, consecuentemente, depende de la capacidad de almacenaje de las materias superiores producidas por su máquina. Cada uno de los tipos de alimento tiene su propia octava ascendente durante la cual se va refinando: la octava del alimento, la octava del aire y la octava de las impresiones.
La comida entra por el piso superior (boca) y pasa a la planta baja como Oxígeno 768 (fuerza pasiva, material). Allí se encuentra con cierto Carbono 192 y se convierte en Nitrógeno 384 (vemos cómo la tríada sigue el mismo patrón que en el Universo). A su vez, dicho Nitrógeno 384, actuando como Oxígeno 384, se encuentra con un Carbono 96, y se transforma en Nitrógeno 192. Son las tríadas de una octava ascendente: dichos procesos representan las notas do, re, mi.
Hasta cierto punto la ciencia puede observar éste funcionamiento: Así, cuando el alimento entra en la boca, se encuentra con varias clases diferentes de saliva y se mezcla con ellas en el proceso de masticación; luego pasa dentro del estómago y es trabajado por los jugos gástricos, que desintegran azúcares, proteínas y grasas. De ahí va a los intestinos y se encuentra con la bilis, los jugos pancreáticos e intestinal es, que lo transforman en los elementos más pequeños. Éstos atraviesan la pared del intestino dentro de la sangre venosa, que es llevada hasta el hígado, donde se encuentra con otras sustancias que la cambian químicamente. De ahí vuelve a la sangre y va al corazón, donde entra en juego la oxigenación de la sangre (octava del aire) y permite a dicha sustancia superar el intervalo de su propia octava. De esta forma, la sangre venosa es mi 192 y la sangre arterial es fa 96 (se ha producido un choque que supera el intervalo entre mi y fa).
De esta forma, las tres octavas se van ayudando mutuamente a superar los intervalos, y el proceso de refinamiento de sustancias en un ser humano es como se muestra en el siguiente cuadro:
Impresiones: do48,
Aire: do192, re96, mi48.
Alimentos: do768, re
I corresponde al choque inconsciente que la octava del aire le da a la de los alimentos para que continúe evolucionando.
El problema es que la octava de las impresiones, por si misma, no va más allá de las impresiones do 48 que entran, porque en su lugar de entrada no hay Carbono 12 que las ayude. Así, do 48 no se transforma y las tres octavas se detienen. La octava del aire, por su parte, sólo llega hasta mi 48 y allí se detiene. La octava de los alimentos alcanza si 12 debido, como se ha dicho, a la intervención de las sustancias del aire (re 96). Este es el estado productivo de la máquina humana en condiciones normales.
Y aquí viene la posibilidad de desarrollo humano, que tiene que ver con dos choques conscientes. El primero de ellos hay que darlo en do 48; se trata de traer al punto de entrada de las impresiones el Carbono 12 necesario, que está en nuestro organismo pero lejos. Ello se consigue mediante el recuerdo de sí mismo, la observación, la no identificación... Lo que se busca es un estado emocional de consciencia. Recordándose uno mismo en su propia esencia, el Carbono 12 sube hasta la planta superior y se mezcla con las impresiones para generar estados emocionales más sutiles: re 24 y mi 12. Por ejemplo, con ayuda de la risa, muchas impresiones 48 pueden transformarse en 24, las impresiones elevadas solo pueden generarse desde el centro emocional, jamás desde el motor o el intelectual. Se trata de lograr una existencia emocional sutil, que posibilita que la octava del aire reciba un choque adicional (mi 12 de las impresiones ayuda a mi 48 del aire a transformarse en fa 24) y sea capaz de desarrollarse incluso hasta la 6 (la materia 6 es el máximo refinamiento posible por la máquina humana).
Impresiones: do
Aire: do192, re96, mi
Alimentos: do768, re
Un segundo choque consciente puede ser dado en mi 12 de las impresiones y si 12 de los alimentos. Mi 12 son las emociones corrientes con ciertos grados de intensidad. Sin embargo, las emociones fuertes habituales del ser humano son todas emociones negativas, y son re 24. El segundo choque consciente tiene que ver con el trabajo sobre las emociones negativas y su conversión en positivas. Esto solo es posible tras un largo trabajo, cuando se puede estar consciente de uno mismo durante largo tiempo y cuando el centro emocional superior ha comenzado a trabajar. Entonces, el funcionamiento de la máquina humana en un ser completamente desarrollado es como sigue:
Impresiones: do
Aire: do192, re96, mi
Alimentos: do768, re
Puede verse claramente que éste sistema describe
De manera que la búsqueda de la piedra filosofal nunca estuvo fuera del propio ser humano.
Para quien quiera más:
- Ouspensky, Piotr D. El Cuarto Camino.
- ya se trató a Gurdjieff en un post anterior.